Cendas es mi segundo hogar

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Angelica Gutiérrez Vargas

A sus 92 años de edad Angélica Gutiérrez Vargas nos transporta al pasado con sus vivencias e historias. Nació en San Pedro de Santa Bárbara y tiene más de 50 años de vivir en el centro del cantón, además tiene 13 años de visitar el Centro Diurno de Ancianos de Santa Bárbara de Heredia (Cendas) donde lo describe como su segundo hogar.

Remontándonos décadas atrás doña Angélica nos cuenta que antes había mucho respeto y confianza con las personas y que esa es una de las cosas que más añora del pasado. “las fiestas eran muy distintas” adjuntó Gutiérrez; para el día de Santa Bárbara traían los caballitos y los jóvenes lo respetaban mucho, las comidas también eran distintas a las de ahora, antes acostumbrábamos a hacer picadillos, bizcochos y tamal asado. En Semana Santa había mucho respeto por todo porque la gente era muy devota, recuerdo que las procesiones eran muy bonitas las hacían con música y llegaba mucha gente.

Angelica Gutiérrez Vargas

Con un poco de nostalgia la barbareña nos revive sus momentos de estudio, que aunque no fueron muchos los aprovechó lo más que pudo. Llegué hasta tercero de la escuela y lo que nunca se me olvida es que todos mis profesores fueron de apellido Soto, lo que me causaba mucha gracia ahora más que nunca, ir a estudiar no era tan fácil como muchos se lo pueden imaginar cuando era el tiempo de invierno habían muchos barreales y nos teníamos que lavar los pies en una “acequia” porque era lo más rápido y fácil de encontrar, y cuando era el tiempo de verano había mucho polvo por los grandes terrenos y nos quemábamos los pies porque no teníamos zapatos “una vez a la semana llegaba el director de la escuela al aula para tomarnos lo visto en clase” recuerda entre risas Angélica.

También tenía que estudiar sola porque mis papás no sabían leer ni escribir y todo me lo tenía que aprender de memoria, no como ahora que todo es por medio de aparatos. Trabajé en el campo mucho tiempo porque eso era a lo que nos acostumbraban desde pequeños, cogía café, sembraba frijoles y trabajé en un trapiche muy conocido llamado “El bajo de las ciruelas” que era de mi abuelito, salíamos a las cinco de la mañana porque durábamos una hora de mi casa hasta el trapiche y todo era caminando ¡nada de carro! Cuando ya oscurecía nos alumbrábamos por los caminos con candelas y los que podían con lámparas de canfín.

Algo que es de admirar es que antes nadie te salía con una tontera, la gente respetaba mucho. Yo me iba a sentar debajo de un higuerón con mis amigos para conversar un rato. Con el paso del tiempo las cosas han cambiado mucho en San Pedro (lugar donde nació) lo que había solamente era una pulpería y para llegar a ella tenía que caminar mucho. Se me viene a la mente la imagen de los grandes potreros que pude ver en aquellos tiempos y que ya no están, eran pocas las familias que podían construir sus casa, los que podían y tenían los recursos hacían las casa de cemento y los que no como yo solamente de piso de tierra.

Los juguetes con los que nos entreteníamos eran: mecate, escondido y muñecas pero cuando crecí tuve que trabajar y todo lo hacíamos a mano hasta cayos teníamos en las manos, recuerdo que para planchar la ropa había que engomarla con almidón (en especial los pantalones) para luego pasarle la plancha de fogón porque en esos tiempos ni se pensaba en las planchas que hay hoy.

De joven no practiqué ningún deporte porque las mujeres nos dedicábamos a las labores del hogar, sólo iba a ver las mejengas de los hombres en los potreros de vez en cuando. Con un silencio que nos acoge doña Angélica nos expresa sus opiniones con respecto a nuestros tiempos. “ya no están las tradiciones de antes ahora cuesta mantenerlas, todo se ha perdido” afirmó Gutiérrez. Con respecto a los cambios tecnológicos me tengo que acostumbrar.

Entrevista realizada por: Krisly Arguedas Ramírez.

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